jueves, 12 de febrero de 2015

Manuel


El domingo fui al Hugo del Carril; proyectaban “Bird”  -de Clint Eastwood-, film que narra la vida del genial saxofonista Charlie Parker. Allí, en alguna parte de aquel sitio, se encontraba sentado Manuel; un vagabundo de la ciudad, amante apasionado del Séptimo Arte.
Aunque el lugar estaba oscuro (el solo brillo de la gran pantalla no bastaba para ubicarlo) y las melodías de jazz disimulaban su tos, sé que Manuel estuvo presente esa noche; probablemente en una de las filas de abajo, apartado, para no incomodar al resto del público.
Supe de su presencia al subir las escaleras, tras advertir su característico y desagradable olor. Podría reconocer esa baranda nauseabunda a decenas de butacas de distancia, en cada sala ocasional a la que concurro. Manuel es un sucio harapiento, y por más que ande sobrio y civilizado por la vida, ante las narices de los espectadores apesta.
Lo vi por primera vez en el Sindicato de Luz y Fuerza, en un ciclo de películas de fútbol que organizamos con Mariano Saravia. Manuel tuvo asistencia perfecta. Al principio, en la jornada inaugural, pensé que venía para ligar un sanguchito de miga y un vasito de vino. Mis prejuicios me impidieron divisar que se trataba de un cinéfilo de raza.
De él sé poco: su nombre, Manuel, que vaga errante y solitario, que huele rancio y que ama a las películas; y que sus pertenencias (todas) caben en un bolsito azul que lleva de un lado a otro.
El hombre es además un asistente fiel del cineclub La Piratería. En un pacto implícito de convivencia, sabiéndolo “infaltable” a las citas, el programador enciende sahumerios minutos antes de dar sala, para así contrarrestar el vaho del ciruja. Mientras tanto, afuera, el viejo sin dientes fuma impaciente, no viendo las horas de que comience una nueva función en su existencia.

Esa es la escena que se repite cada martes, antes de que el reloj marque las 20.30: la luz tenue, una pared y una puerta separando dos espacios; del lado de la sala está el incienso prendido, consumiéndose, impregnando su fragancia en el ambiente cerrado. Del otro lado está Manuel, chupando el humo de un cigarro en la dulce espera. En esa previa sucesión de imágenes en movimiento, en esa acción de resistencia que registran mis ojos, creo encontrar la belleza del cine.


1 comentario:

  1. así que se llama manuel, qué lindaso leer de este hombre que tantos hemos visto por ahí, siempre me alegra encontrar tus palabras, más cuando se trata de gente a la que la sociedad, en general, descarta porque no tiene molde, porque es incuestionable, incontrolable, inconsumible, que gusto que sea parte de nuestras vidas, abrazote! la cami

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